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Malas Hierbas o Arvenses

Del Concepto de “Malas Hierbas” a Plantas Arvenses Beneficiosas: Una Perspectiva Agroecológica en fruticultura.

Wenceslao Ferrando Pérez
Isabel González Barragán 

A lo largo de la historia de la agronomía, el concepto de “malas hierbas” ha sido una noción arraigada en la mente de los agricultores. Estas plantas “indeseadas” han sido consideradas durante mucho tiempo como enemigos naturales de los cultivos, y los esfuerzos por erradicarlas han sido una prioridad para garantizar la producción agrícola. Sin embargo, en los últimos años, ha surgido una nueva perspectiva agroecológica que desafía esta visión tradicional, promoviendo el reconocimiento y el uso sostenible de plantas arvenses beneficiosas. La evolución de este concepto ha sido un proceso gradual impulsado por la creciente conciencia de la interconexión entre los ecosistemas y los sistemas agrícolas.

La perspectiva agroecológica se basa en la comprensión de que los sistemas agrícolas deben diseñarse de manera holística, integrando procesos naturales y aprovechando la biodiversidad para lograr una producción sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Una de las principales contribuciones de la agroecología ha sido la revalorización de las plantas arvenses, anteriormente consideradas “malas hierbas”. Estas plantas, adaptadas a los entornos agrícolas, poseen cualidades que pueden brindar beneficios significativos a los cultivos y al ecosistema en general.

Lucha contra la aparición de arvenses

Si nos centramos en fruticultura, tradicionalmente, el objetivo principal siempre ha sido dejar las calles limpias de vegetación y el suelo completamente desnudo. Esto puede conseguirse a base de labores o con herbicidas.

Con esto se persigue eliminar la competencia por parte de otras especies herbáceas  y el cultivo principal por recursos como nutrientes y agua. No obstante, presenta ciertos inconvenientes:

-Erosión del Suelo: La eliminación de vegetación deja el suelo a la exposición del viento y la lluvia, lo que puede llevar a la erosión y pérdida de suelo fértil.

-Degradación del Suelo: la pérdida de materia orgánica del suelo afecta negativamente a su estructura y a su capacidad de retención de agua y nutrientes.

– El uso de maquinaria para el laboreo  y fabricación de herbicidas implica un consumo de energía y, en consecuencia, una mayor huella de carbono.

-Contaminación Ambiental: Los herbicidas contaminan el suelo y las aguas subterráneas, disminuyendo negativamente la biodiversidad y otros organismos benéficos. Un suelo desnudo está expuesto a la erosión y por tanto al aporte de partículas a la atmósfera y cursos de agua, así como desplazamientos de tierras y creación de cárcavas.

Una alternativa a la aparición de arvenses y al mismo tiempo evitar el suelo desnudo es la utilización de mallas antihierba y plásticos. Estos materiales permiten que el agua y los nutrientes lleguen a las raíces de las plantas frutales mientras evitan el crecimiento de malezas. De esta manera se reduce el Uso de Herbicidas, protege el suelo contra la erosión y evita la pérdida de nutrientes y materia orgánica y se reduce la evaporación del agua del suelo ayudando a conservar la humedad promoviendo un uso eficiente del recurso hídrico.

Sin embargo, es importante tener en cuenta la generación de residuos plásticos, por lo que es fundamental reciclar o reutilizar estos materiales para minimizar el impacto ambiental.

Mejor efecto puede conseguirse utilizando materiales vegetales como paja o astillas de madera como cubiertas del suelo. Estos materiales también pueden proporcionar los mismos beneficios en cuanto a retención de humedad, control de malezas y protección del suelo al mismo tiempo que aportan materia orgánica al mismo con todos los beneficios que con lleva.

Cubiertas Vegetales Vivas

El uso de cubiertas vegetales vivas implica el cultivo o nascencia natural de plantas beneficiosas entre las filas de árboles frutales. Estas cubiertas pueden ser leguminosas, gramíneas u otras plantas que aportan diversos beneficios:

-Fijación de Nitrógeno: Las leguminosas tienen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico y convertirlo en formas que las plantas pueden utilizar, lo que mejora la disponibilidad de nutrientes.

-Mejora de la Estructura del Suelo: Las raíces de las cubiertas vegetales vivas contribuyen a la formación de agregados en el suelo, mejorando su estructura y permeabilidad.

-Atracción de Polinizadores y Controladores Naturales: Las cubiertas vegetales vivas pueden atraer insectos mejorados, como polinizadores y depredadores de plagas, que ayudan a mantener un equilibrio ecológico en el huerto.

-Reducción de la Erosión: Las plantas en crecimiento cubren el suelo y reducen la erosión, protegiendo el suelo fértil.

Testimonio real: ventajas de la agricultura de conservación en un cultivo de frutales en Callosa D’en Sarrià

Una vez introducidos en las diferentes alternativas de manejo del suelo en fruticultura, se expone como ejemplo la experiencia de Wenceslao Ferrando Pérez fruticultor en Callosa D’EN SARRIÀ. La difusión del conocimiento y los beneficios de su enfoque, pueden inspirar y guiar a otros agricultores y comunidades para que se unan en esta transformación hacia un sistema agrícola más armonioso con la naturaleza y más resiliente frente a los desafíos del siglo XXI. En última instancia, el camino hacia una agricultura agroecológica es una oportunidad para preservar el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza y garantizar la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios para las generaciones venideras.

Wenceslao Ferrando Pérez fruticultor

Hace unos años, me di cuenta de que la forma con la que manejaba mis fincas no era sostenible con el tiempo, tanto desde un punto de vista ambiental, como económico. Así que decidí dejar de arar y dejar de usar herbicidas para centrarme en conservar en buen estado mis suelos, mi entorno y mis árboles.

Mis agroecosistemas están ubicados en la localidad de Callosa d’en Sarrià provincia de Alicante (Comunidad Valenciana). Esta especial situación confiere a Callosa un microclima casi subtropical, con un régimen de lluvias superior al de la media provincial y muy lejos del clima semiárido del sur de Alicante. Esto permite el cultivo de níspero japonés y de aguacate. No obstante, las lluvias siguen el régimen mediterráneo que alterna episodios de sequía prolongados con otros de lluvias torrenciales.

La orografía de la zona es muy abrupta, con pendientes medias superiores al 10% lo que obliga a los callosinos a cultivar en terrazas para evitar la erosión. Terrazas construidas con muros de mampostería seca. Hay terrazas de tan solo un metro de ancho. El municipio está plagado de barrancos y altas colinas.

Aterrazamiento, muros de mampostería seca y cubierta de arvenses.

Esta orografía obliga a cultivar las zonas medias y bajas de las colinas – donde puede llegar el agua de riego- y a dejar virgen las zonas altas, ocupadas por pinares, de modo que se conforma un paisaje abigarrado con muchas islas de biodiversidad.

La extensión media de las explotaciones agrarias es muy pequeña, más que minifundios, podríamos hablar de “microfundios”.

Orografía y minifundismo provocan que el coste de producción sea muy elevado. No se puede mecanizar nada, no hay tractores en Callosa.

Ventajas agronómicas.

En un cultivo de frutales, el laboreo solo tiene sentido para controlar las arvenses, pero he podido comprobar que las arvenses no solo no molestan al cultivo de frutales, sino que ayudan a mejorarlo, por eso además de no labrar, no uso herbicidas, manteniendo así una cubierta vegetal permanente en mis suelos.

Y ¿qué le pasaba antes a mi suelo?, pues que mi suelo cada vez estaba más compactado, cada vez estaba más muerto y yo no me daba cuenta.

Empecé a tener problemas de hongos patógenos de suelo y de asfixia radicular siempre que ocurría un episodio de lluvias. Encharcamientos que duraban hasta una semana.

Desde mi perspectiva de aquel momento, la culpa la tenían los hongos y la lluvia, que caía de forma torrencial en lugar de llover poco a poco, a mi conveniencia. Después de cada episodio de lluvias, morían algunos árboles y el resto quedaba clorótico, lo que me obligaba a fertilizar con quelatos de hierro (carísimos también).

Había bancales en los que morían uno tras otro todos sus árboles, quedando prácticamente yermos, sin árboles, sin hierba. Había que aplicar fungicidas al suelo para matar esa plaga (más dinero gastado, más mano de obra). No sirvió de nada.

En algunas zonas de la finca, el apelmazamiento del suero era tal, que casi no crecía nada.

Hasta que leí, aprendí y apliqué una nueva visión del suelo.

Dejé de usar herbicidas y pasé a fertilizar con materia orgánica.

Arvenses agostadas listas para la siega en una parcela de aguacates

No tardé en sentir el peso de la opinión de mis vecinos: “¿has abandonado la finca?; ahí no vas a poder ni entrar ¡; la hierba se lo comerá todo ¡”

Yo, a la mía, en pocos años el cambio que ha experimentado el suelo ha sido espectacular:

Después de la siega el suelo queda cubierto de paja
Macroagregados de arcilla y semillas de trifolium repens, leguminosa espontanea en mi suelo. Esto es lo que hay debajo de la paja.

Como por arte de magia, los hongos patógenos del suelo parece que han desaparecido, los nuevos árboles que planto en las zonas antes yermas, crecen vigorosamente.

Y después de episodios de lluvia de más de 300 l/m2, los bancales no se encharcan, no muere ningún árbol, no aparece clorosis.

¿Qué le ha pasado a mi suelo? Es muy simple: ya no está tan compactado, las hierbas y la materia orgánica han mejorado la aireación, el drenaje y la estructura en agregados y microagregados. Se ha potenciado el complejo arcillo-húmico y por tanto la capacidad de intercambio catiónico.

La cantidad de poros grandes y pequeños que dejan las hierbas al morir, facilita el drenaje del suelo.

El incremento de la mesofauna del suelo también mejora la aireación del suelo.

Las ventajas no acaban ahí, con este manejo, mis suelos han mejorado mucho la capacidad para retener agua, aumento de la capacidad de campo que implica que los efectos de la alternancia sequia-lluvia estén amortiguados lo que repercute directamente en la mejora de la vida del suelo, hongos, bacterias, ácaros, …

La vida microbiológica del suelo es la gran protagonista, en estas nuevas condiciones, el suelo se ha enriquecido en hongos y bacterias rizosféricos que sin duda fijan más nitrógeno atmosférico, facilitan la disponibilidad del fósforo, nitrógeno y otros nutrientes.

Más ventajas, al haber muchas raíces en el suelo (todo mi suelo está ocupado permanentemente, los 365 días del año), sus exudados generan un ambiente rizosférico con un pH inferior al del suelo no rizosférico. Esto tiene una repercusión directa en la absorción de los cationes di y trivalentes como el hierro, zinc, manganeso, calcio y de los aniones fosfato, borato, … por eso ya no tengo clorosis.

Y por si todo esto no fuera suficiente, el ahorro económico ha sido muy considerable.

Ahora me limito a segar la hierba en verano, cuando agosta, dejando un lecho de paja sobre el suelo. Esto sigue aportando ventajas al agroecosistema, la paja tiene una relación C/N alta, lo que facilita el desarrollo de las bacterias fijadoras de N2, además es rica en lignina que al descomponerse por los hongos y bacterias que ahora ocupan

mis suelos, producen ácidos húmicos gratis ¡(antes pagaba un dineral por ellos), lo que contribuye a enriquecer el complejo arcillo-húmico y vuelta a empezar.

Me extiendo en el manejo del suelo porque es lo más importante. De la buena salud de un suelo va a depender todo lo demás, riego, fertilización, estado fitosanitario de los árboles, plagas y en definitiva el rendimiento.

Los restos de poda se trituran y se devuelven al suelo para que composten en superficie, lentamente, sí, pero muy barato y eficiente.

Esto es lo que hay debajo de un montón de triturado y hojas: lo negro es materia orgánica en descomposición. Lo blanco son micelios de hongos descomponedores. Y lo señalado con flechas naranja son las raíces del aguacate.

Tan solo dos acciones humanas, o mejor dicho dos “no acciones”, no labrar y no usar herbicidas, dejando toda la vegetación arvense y abonado con estiércol y la naturaleza ha hecho el resto. Fácil, barato, eficiente y sostenible. No se puede pedir más.

Ventajas económicas

Desde que practico esta agricultura de conservación, mis costes de producción se han reducido en más de un 20 %.

El no labrar, implica menos gasto en gasóleo y en mantenimiento de maquinaria, además del ahorro en tiempo y mano de obra.

El no usar herbicidas también implica un importante ahorro en productos, maquinaria y mano de obra. Además, se evitan los riesgos para la salud que implica el manejo de estas substancias.

Por otra parte, dejar toda la siega de arvenses en el suelo y todos los restos de poda, conlleva un retorno importante de nutrientes al agrosistema. De este modo he conseguido ahorrar hasta un 30 % en fertilizantes.

Además, la mejora en la estructura del suelo, con más materia orgánica y mejores agregados y complejo arcillo-húmico, permite que los oligoelementos estén más disponibles para los árboles. Rara vez aparecen carencias de hierro, zinc, manganeso, …

Y desde el punto de vista de la producción, no he apreciado ninguna disminución, mas bien al contrario, lo que percibo son mejores producciones debido principalmente a que el estado fitosanitario de mis árboles es ahora mejor que antes.

Tampoco utilizo pesticidas (insecticidas, fungicidas, …), no es necesario y supone otro ahorro considerable.

Ventajas medioambientales

Resulta evidente que con este manejo del agrosistema se genera una mayor biodiversidad. A los pocos años empiezan a aparecer plantas nuevas, insectos nuevos, pequeños reptiles, aves y lo más importante es lo que no se ve, los microrganismos ¡.

Respetar la vegetación arvense conlleva dejar refugios permanentes para toda la flora y fauna auxiliares que nos van a proteger de las plagas.

La biodiversidad no es un concepto romántico que está de moda, no, la biodiversidad hace que el agrosistema esté más equilibrado y no aparezcan plagas que causen daños notables.

Al consumir menos gasóleo, se emiten menos gases de efecto invernadero y menos contaminantes a la atmósfera.

Ribazo con arvenses: romeros, helicrisos, aliagas, brezos, espartos, … Biodiversidad.

La biodiversidad protege los cultivos y los agricultores debemos cuidarla. De la biodiversidad de mi finca se aprovecha mi vecino y yo de la suya, creamos sinergias.

Así como es importante dejar islas, franjas, ribazos, linderos, setos, …  que permitan y den cobijo a más biodiversidad. Cuanta más, mejor.

Debemos procurar que nuestro agrosistema esté lo más próximo posible al punto de equilibrio.

Carpóforos de hongos sobre triturado de níspero del año anterior. Biodiversidad.

Ventajas sociales

Probablemente sea lo menos perceptible a corto plazo, pero es indudable que este manejo, en la medida en que se extienda por una comarca, región, pueblo, … va a generar un valor diferencial que mejorará la vida de sus habitantes.

Tener un entorno más saludable y sostenible, es un valor añadido que se puede usar como foco de atracción para el turismo rural, puede ser útil para evitar la despoblación y sobre todo, para promocionar y poner en valor unas frutas cultivadas de forma diferente, más saludable y más sostenible.

El respeto por el medio ambiente acaba generando una conciencia social muy positiva que impregna a todos los vecinos.

Conclusiones

Lo que puedo concluir de mi experiencia es que, con una agricultura de conservación, los costes de producción se reducen, la salud del agrosistema mejora, los rendimientos mejoran y la biodiversidad del entorno también mejora.

Y otra cosa, mejora mucho la satisfacción personal de hacer las cosas de una manera más respetuosa con el medio. A mí me llena mucho esto. Me da paz interior y felicidad al pasear por mis campos y ver tanta vida que antes no veía.

Wenceslao Ferrando Pérez